Primera obviedad de la mañana: El mundo es una guerra.
Segunda obviedad: La guerra es un asco.
Tercera obviedad: En la guerra siempre pagan los mismos.
Y ahora, empecemos:
Banderas de nuestros padres es el acercamiento de Eastwood y Haggis a una de las batallas más sangrientas entre Japón y USA: Iwo Jima. A la espera de que Clint nos enseñe la visión nipona del asunto, tenemos aquí la visión yanqui, centrada en la famosa foto que cambió la guerra. Una foto que multiplicó las ayudas, una foto que hizo creer a medio mundo que la cosa estaba hecha. Una foto que fue un pequeño montaje que llevó a los que allí salían a una gira de dimensiones Beatlenianas, recorriendo un país a lomos de pelotas, mentiras y apretones de manos.
Lo que hace Clint Eastwood es introducirnos en los recuerdos angustiados de estos soldados, de estos chavales que de la noche al día ven como les cambia la vida, como el romanticismo de la guerra se transforma en la realidad más cruel, en uno de esos sitios donde morir es la rutina, donde ver trozos de brazos, cabezas sin cuerpo y charcos con tripas forma parte del paisaje habitual. Uno ve estas imágenes, inspiradas en su textura, color y fondo en Salvar al soldado Ryan, y no puede evitar en nuestros abuelos, que se mataron también en una guerra así, de las que ya no existen. Ahora los coches bombas reducen gastos y multiplican daños.
Así, tenemos una película de escenas de guerra hiperrealistas acompañadas del discurso, tan útil hoy y siempre, de que la guerra es un saco de mentiras que daría risa si no fuera porque hay millones de muertos por el medio. De que la heroicidad va por barrios. Y de que hay miles de historias que no conocemos porque nos sentiríamos culpables al ver las lágrimas. Y eso CLint lo hace muy bien. Sigue en forma. Fiel al clasicismo, donde casi nunca falla.
Eso sí, el conjunto llega a notable, pero no a las cotas de su anterior película, debido quizás a una reiteración excesiva en la atormentada mente de uno de los personajes y de una voz que, para ser útil, debería aprender de como lo hacía Wilder.
P.D: Ved Nueve Vidas, aunque sea en dvd. Nueve historias como nueve cuentos unidos por un mismo motivo, el dolor, el silencio y la hipocresía. Cada historia, un plano secuencia. Cada diálogo, una joya. Cada actuación, una joyita para los ojos. Bravo por el hijo de Gabo. Una de las mejores películas del año pasado.
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