Veo American Gangster hace tiempo y Expiación hace días. Y comparten cosas buenas. Y comparten cosas malas.
Las dos tienen un gran comienzo. La primera parte de Expiación es toda una clase de punto de vista, originalidad al servicio de la historia y respeto al gran libro de Ian McEwan. American Gangster parece mostrarnos, al principio, al mejor Ridley Scott, ese que lleva más tiempo rodando bodrios que joyas como Alien, Los duelistas o Blade Runner.
Las dos tienen grandes interpetraciones. En la película de Scott no sorprende, son dos pesos pesados que deberían escoger mejor sus proyectos. En Expiación son, para mí, inesperados. Desde la niña celosa y con demasiada imaginación hasta una Keira Knightey que por primera me gusta más allá de su mirada.
Pero , ah, llegan las cosas malas. Scott no sabe con que carta quedarse y su dirección deambula sin rumbo fijo, perdiéndose en la forma sin que ésta deslumbre y calcando momentos de Uno de los nuestros o Casino (pero no El Padrino. Lo peor que se puede hacer con esta película es anunciarla, como han hecho, como EL Padrino del siglo XXI), pero con menos gracia que la de Gus Van Saint y su Psycho.
En cuanto a Expiación, el desasosiego del comienzo y la absorvente historia se viste de pretenciosidad con esos momentos que parecen más anuncios de perfume francés(no por casulaidad el director hizo con K. NIghtley anuncios de colonias) y con ese largo e inútil plano secuencia donde, se supone, se quiere mostrar el horror y la locura de la guerra, pero todo queda en un tio vivo donde casi se oye la voz del directo diciendo: ¡Cuánto valgo!. Para planos secuencias memorables, hay que recurri a Sed de Mal, Uno de los Nuestros o Boogie Nights(del gran Paul THomas Anderson, creador de una de las mejores películas de los 90: Magnolia. Amén. Un Anderson que vuelve con una película que aquí han querido mostrar con un título culebrinesco que otro día comentaré). Sólo al final la película recupera en parte el paso, pero queda un sabor agridulce, pero ciertamente mejor del esperado.
Pero he dicho que hablaría de tres películas y hasta ahora he nombrado dos. ¿La tercera? Once, de un director(John Carney) que desconocía y unos actores(Él, uno de los Frames) que no lo son. Película bonita, sin más pretensiones que mostrar los interiores de un par de persones y de sus músicas. Une a irlándes y a una checa(que en la vida real comparten grupo) para que creen nuevas y maravillosas canciones( si os gusta Damien Rice, atención) y den paso a un musical extraño, sencillo y resultón con momentos tan emocionantes como la canción que tocan en la tienda de instrumentos musicales o la que ella canta bajo la noche irlandesa, que dejan en ridículo a los fuegos artificiales de Moulin Rouge( porque el mundo no es un videoclip) Pronto pondré aquí los enlances de youtube.