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Archive for febrero 2008

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Tus ojos tienen más interrogantes que la boca abierta de un niño.
Yo tengo menos respuestas que esa pared en blanco que no dejas de mirar:
sin parpadear, sin dejar de llorar.
Arrodillada sin dios.
Quiero y no puedo arrancarte esa caja de tus manos.
Quiero y no puedo lanzarla más allá de tu destino.
Sólo quiero que su música se aleje tanto de tí que deje de ser, algún día, en algún mundo,
lo más bello que has tenido.
C.D.G.

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SAM AND DAVE: EN SIETE MINUTOS DE ACTUACIÓN BARREN TODA LA CARRERA DE GENTE COMO BISBAL, LA OREJA DE VAN GOGH, SHAKIRA, THE CORRS,ALEJANDRO SANZ, THE KILLERS, EVANESCENCE,EL CANTO DEL LOCO Y ESPECÍMENES EUROVISIVOS. LES BASTA UNA TARIMA, UN MICRÓFONO LAMENTABLE Y UNOS MÚSICOS GENIALES PARA DEJAR EN RIDÍCULO A  MUCHOS DE HOY.
 
 
 

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Innovador, genial, adelantado, visionario…nadie ha superado  los títulos de crédito que creaba Saul Bass. Aquí,2 ejemplos:
 
 
 
 
 

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¿Las ves?
No te equivoques,
no están riendo por tí.
No te emociones,
no están llorando por tí.
Tú les diste la luz.
Ellas sólo te dan su reflejo              De C.D.G

 

OTRA MUESTRA MÁS DE COMO DE GRANDE ES EL CINE

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“Welcome to this one-man show"

              “So Lonely”, The Police.

 

 Para su quinta película, Paul THomas Anderson se apacigua. Es decir, apacigua su cámara; es decir, su ojo. Pero sigue afilado su bisturí. Y eso que no se cansó de  diseccionar sin pausa  pero con prisa en sus anteriores películas, sobre todo en  la maravillosa Boogie Nights y en su obra magna, Magnolia, dos obras que le elevaron, con apenas 30 años y merecidamente, a la categoría de esperanza blanca del cine estadounidense. Parecía que podía hacer lo que quisiera. Por una vez, la apariencia fue sincera.

Aquí se calma, decía, en las formas; algo que empezó a hacer en Punch Drunk love, con resultados decepcionantes (que no malos) porque allí casi todo sonaba a impostado. Pero con There Will be Blood (me refiero a esa película a la que aquí, los sabios distribuidores españoles, han querido estrenar con el “culebrónico” nombre de Pozos de Ambición, en un alarde de imaginación propio de una piedra) abandona la gloriosa feria: Boogie Nights era una montaña rusa de drogas, sexo, amistad y debilidad. Magnolia era una noria dolorosa que pedía perdón. Ahora vuelve al dolor, a la culpa, a la megalomanía (aunque es en los momentos íntimos donde con más frecuencia logra la perfección). Pero parece que aquí no le sirven los alardes trepidantes y prefiere los lentos y emocionantes travellings, las siluetas tras el sol y los planos compuestos con tal meticulosidad y con resultados tan preciosos y simbólicos que uno no sabe donde mirar porque se dice demasiado en ellos. Nada sobra en este largo viaje de veintinueve años en la vida y rabia de un ambicioso pocero que entre dos siglos crece y  que no desea el poder. Desea la victoria sobre los demás, ya sean trabajadores, competidores o familiares muy, muy cercanos. En un momento de sinceridad (esa sinceridad que obliga declamar a los demás antes del castigo final) afirma que odia a todo el mundo, que a lo largo del tiempo ha acumulado eso, odio. Es ese odio lo que le convierte en un Ciudadano Kane sin carisma, en alguien que a pesar de tenerlo todo no es feliz con nada. Por eso es previsible su final desde el comienzo: no se puede vivir en una burbuja de oro decadente toda la vida. Toda burbuja estalla.

Pero hay más que odio en esta historia densa y sudorosa. Hay un país que empieza a ser rico, hay monopolios del petróleo y hay corrientes religiosas que impregnan las vidas de pueblos que viven anclados en el Puritanismo de los primeros colonos ingleses. Religión y petróleo: fanatismo y dinero. Esa pareja  baila en esta película un peligroso vals que acaba en combate de boxeo. Destacable son aquí los sermones del iluminado Paul ante una entregada audiencia. Recordamos entonces al predicador televisivo Frank Mackey de Magnolia, también con feligreses que llenan de comentarios y aplausos el discurso. P.T. Anderson parece recurrir a la representación como instrumento valioso para mostrar lo influenciable que puede llegar a ser la especie humana y el peligro de la masa, ya sea en busca de cortejo cavernícola o salvación divina. Esa salvación  a la que Paul quiere que llegue Daniel, reconociendo en público sus errores (nada peor para un soberbio) y, sobre todo, ajustando cuentas, como no, económicas.

Punto y aparte para el actor que interpreta a Daniel: Daniel Day-Lewis, que para no perder la costumbre hace un papel inolvidable, demostrando esta vez, una y otra vez, que el odio tiene miles de matices cuando se tienen miles de recursos. El mismo placer que dan las imágenes y las palabras de Paul Thomas Anderson y la música de Jonny Greenwood (Radiohead no es sólo Thom Yorke) lo  da el  contemplar la mirada (perdón, miradas)  de Day-Lewis, sus andares, y esa personalidad más profunda que los pozos de los que vive y más oscura que el oro negro con el que bautiza a sus allegados y ahoga al resto.

Aquí va el trailer en inglés, para que oigamos la voz de Daniel Day Lewis,  y que, para variar, destroza el doblaje

  

                       

 

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