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Archive for septiembre 2008

 

Pocas cosas hay más dificiles que acabar algo que se empieza cuando no se tiene talento. Hablo de un poema, un ensayo, un cuento o una novela.

Añado: Pocas cosas hay más ridículas que acabar algo que se empieza cuando no se tiene nada que contar. Hablo de un poema, un ensayo, un cuento o una novela.

Pero el mundo está lleno de ciegos que avanzan con paso firme hacia la nada más monolítica. Creen que la musa les besa el alma y les abraza el intelecto. Ignoran obstáculos, voces que aconsejan un parón, las hostias que da la realidad. Nada. Ellos siguen con los ojos cerrados y la ambición borracha en busca de la obra maestra definitiva( como si hubiera algo definitivo en alguna parte, en algún momento ) que se estrellará antes de llegar a cualquier lugar, enterrada por el veredicto del tiempo, sin toga de juez pero con poder de dios.

Y sin embargo, junto a la dificultad y el ridículo, a veces se impone en terceros algo que podría llamarse caridad por no llamarlo pena. O falta de gusto por haber leido poco y mal. Y se lanzan halagos como quien da una limosna. No tiene culpa el aire de albergar tanta mierda, pero no puede quejarse ( aunque pienso que los huracanes son los empujones feroces que el aire da a nuestra ignorancia. Que no me quiten esta idea los meteorólogos, por favor). No puede quejarse,decía, sólo recibir la basura y llevarla a donde se le pide: a los oidos del que no tiene talento, del que no tiene nada que contar, pero que agarra con fuerza el bolígrafo o el teclado y escribe con  ímpetu juvenil las palabras más vacias del día. Las llamará literatura. Y habrá tumbas que se retorcerán de rabia y se reirán con ganas.

        

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Paul Newman pidió hace poco que le dejaran morir en paz. Se lo merecía. Ha dando tanto al cine que su último deseo debía ser cumplido. Ha muerto delgado, débil, alejado de la poderosa presencia que marcó el Hollywood de varias décadas, pero con esos dos ojos azules que forman parte de la iconografía cinematográfica del siglo XX, junto a las orejas de Mickey, el bigote de Chaplin o la silueta de Hitchcock.
Pero era más que dos ojos tan inmensos y azules como el mar. Era un gran actor, maestro sin pretenderlo, que transformó con su talento a personajes que vistió de cinismo, ironía y chulería agradecida y humana. Vamos, de profundidad. Y todo como si pareciera sencillo.Supo llevar su carrera con buen gusto, supo mantener su sitio pese a los empujones que daba la moda imperante. Una película con él dentro era garantía de un buen rato. Puso magia y magnetismo a lo que hacía. Muchas de las estrellas de ahora, huecas, breves y plastificadas, deberían someterse a una sesión Newman una vez al año. Y ahora, muchos años después de sus comienzos en el Actor’s Studio, cierra sus ojazos y su sonrisa y nos deja de regalo un puñado de joyas de la actuación como El Buscavidas, La leyenda del indomable o El Golpe. Paul, tus envidiosos seguidores, te aplaudimos.

 

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La gran mayoría de españoles, huelga decirlo, sentimos asco y hastío ante cada atentado terrorista, que supone un hecho tan sangriento como anacrónico. Cada bombazo de ETA es un intento de erosionar una Razón que cuando sueña, ya lo pintó Goya, produce monstruos.
Pero también somos muchos los españoles(bueno, algunos) que estamos cansados y preocupados de que nuestros políticos salgan en fila ante cada nuevo asesinato para decir las mismas obviedades de siempre, las mismas palabras que, a base de repetirlas, tienen el mismo impacto y la misma profundidad que una brisa de primavera: nula. Nuestros representantes tendrían que replantear su discurso o, si la coherencia imperará en la clase política, no lamentar ante un micrófono  cada crimen de ETA. Ya sabemos todos lo que siente cada uno. No vale de nada ilegalizar ANV si luego se le da cierto tinte político a cada coche-bomba o tiro en la nunca de los etarras, porque eso es lo que se hace cuando el Gobierno, la Oposición o nuestros alcaldes hablan de ETA ¿Por qué no salen entonces con cada asesinato que se produce en España? ¿Por qué no se trata en los medios de comunicación a cada etarra exáctamente igual que a cualquier otro criminal?¿Si yo matara mañana a tres personas en la calle diciendo que lo hago por, que sé yo, la independencia de mi barrio, saldrían Zapatero y Rajoy a decir lo que dicen estos días? ¿Negociarían conmigo si es preciso? No hace falta que responda. Que haya gente que aplauda cada crimen de ETA y que haya un partido democrático peligrosamente ambiguo (PNV) al que le venga muy bien que exista la troglodita ETA es otra cosa. Esto es un problema de asesinatos, de gente que mata escudada por una ideología que esconde, únicamente, una paranoica forma de vida y ganas de hacer publicidad con el terror. La ideología y la publicidad gratuita han de dejarse fuera cuando se habla de ETA o AlQaeda o la madre que los parió, o mal vamos.
  Cuando esto ocurra, se habrá dado un gran paso a la hora de acercarse al complejo diágnóstico que tiene este problema tan doloroso. 
        
 

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1-

 

Todo cabrá en lo que te pase, me dijo Saza con olor a café. Y dijo bien. Así, en los ciento treinta y seis metros que separan mi casa del quiosco me asalta, navaja Domti en mano, un niño de no más de siete años pidiéndome a gritos mi alma. Literalmente.O bien tropiezo y caigo en el bordillo que mejor conozco del mundo y de la vergüenza me rescata la que será la mujer de mi vida. Pero también cabe la inexactitud en lo que me dijo Saza: todo cabrá en lo que me pase, sí, menos una perdiz en mi plato mientras preparo macarrones,ensalada engañosa o pizza congelada. No caben las perdices en mi vida. Pero dejaré las fobias para más tarde porque no es elegante ni beneficioso para mí comenzar el relato por las sombras. Y menos hoy, que no se ve el sol por ninguna parte.

Empezaré con Saza, porque merece un comienzo escrito y muchas lineas en su honor. Y porque uno no olvida la primera vez que escucha a Saza. Fisicamente podía pasar desapercibido: era un gordo más en un mundo de gordos. Pero cuando abría la boca, el tiempo se abrazaba en su voz de una manera inexplicable. Tras hablar con él por primera vez, Martín, el camarero de patillas de leyenda, me dijo de él lo que se dijo del Kurtz de Conrad: Con ese hombre no se habla, se le escucha. Es cierto. Si ahora me pongo a recordar todas las conversaciones que tuve con él no tendría más remedio que definir mi presencia en ellas como testimonial, como una réplica deficiente para sus eternas diatribas, referencias, sentencias o monosílabos. Fui, como tantos otros, un sparring para sus golpes mortales. Pero ahora añoro sus puñetazos, los más sabios del ring.

Apareció Saza en mi vida cuando el invierno llegaba por fin a Alicante, cuando el viernes y su noche empezabam a llenar las calles de El Barrio, cuando estaba esperando a Clara en el sorprendente Novak, que no existía cuando dejé Alicante hacía cuatro años. Que era, supongo ahora como suponía entonces, su regalo de bienvenida. En su lugar había una mercería condenada a morir tras los vómitos, meadas y gritos que erosionarían el negocio hasta convertirlo en pub: La ley de la noche, que todos acababan por acatar menos los cines Astoria, decadentes pero vivos en la misma cuesta que acogía el Novak, lugar predilecto de gente inclasificable o facilmente definible que huía del ruido imperante para tomar cervezas baratas y mojito granizado, para disfrutar con el eclecticismo de los disc-jockeys, que desde su caja de cerillas podían escupir horas de Camera Obscura en las primeras horas de la tarde y mezclar, en mitad de la madrugada, a Enrique Poveda con Lambchop. No era raro escuchar entero el Revolver de los Beatles para después pasar a Erik Satie. Y todo en un ambiente de voces quietas, con una iluminación sencilla, fría, que acariciaba dos grandes corazones rojos de terciopelo que coronaban nuestras cabezas, con una barra de madera ya pegajosa que ocupaba casi toda la parte izquierda del bar, con cuatro mesas, también de madera, al otro lado, junto a la pared desde donde nos miraban con lógico desprecio Proust, Carl Perkins, Cortázar, Lennon y Billy Wilder entre otros acompañantes que ireis conociendo. Y al fondo, quince pasos después de entrar al Novak, ya no había barra. Se abría un poco el espacio. A la derecha, ley no escrita, los aseos y otra mesa.A la izquierda, un pequeño sofa de falsa piel roja, tipo años cincuenta norteamericanos, en el que cabían tres pero donde sólo entraba uno: Saza Omnisciente.

 

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   1-

Todo cabrá en lo que te pase, me dijo Saza con olor a café. Y dijo bien. Así, en los ciento treinta y seis metros que separan mi casa del quiosco me asalta, navaja Domti en mano, un niño de no más de siete años pidiéndome a gritos mi alma. Literalmente.O bien tropiezo y caigo en el bordillo que mejor conozco del mundo y de la vergüenza me rescata la que será la mujer de mi vida. Pero también cabe la inexactitud en lo que me dijo Saza: todo cabrá en lo que me pase, sí, menos una perdiz en mi plato mientras preparo macarrones,ensalada engañosa o pizza congelada. No caben las perdices en mi vida. Pero dejaré las fobias para más tarde porque no es elegante ni beneficioso para mí comenzar el relato por las sombras. Y menos hoy, que no se ve el sol por ninguna parte.

Empezaré con Saza, porque merece un comienzo escrito y muchas lineas en su honor. Y porque uno no olvida la primera vez que escucha a Saza. Fisicamente podía pasar desapercibido: era un gordo más en un mundo de gordos. Pero cuando abría la boca, el tiempo se abrazaba en su voz de una manera inexplicable. Tras hablar con él por primera vez, Martín, el camarero de patillas de leyenda, me dijo de él lo que se dijo del Kurtz de Conrad: Con ese hombre no se habla, se le escucha. Es cierto. Si ahora me pongo a recordar todas las conversaciones que tuve con él no tendría más remedio que definir mi presencia en ellas como testimonial, como una réplica deficiente para sus eternas diatribas, referencias, sentencias o monosílabos. Fui, como tantos otros, un sparring para sus golpes mortales. Pero ahora añoro sus puñetazos, los más sabios del ring.

Apareció Saza en mi vida cuando el invierno llegaba por fin a Alicante, cuando el viernes y su noche empezabam a llenar las calles de El Barrio, cuando estaba esperando a Clara en el sorprendente Novak, que no existía cuando dejé Alicante hacía cuatro años. Que era, supongo ahora como suponía entonces, su regalo de bienvenida. En su lugar había una mercería condenada a morir tras los vómitos, meadas y gritos que erosionarían el negocio hasta convertirlo en pub: La ley de la noche, que todos acababan por acatar menos los cines Astoria, decadentes pero vivos en la misma cuesta que acogía el Novak, lugar predilecto de gente inclasificable o facilmente definible que huía del ruido imperante para tomar cervezas baratas y mojito granizado, para disfrutar con el eclecticismo de los disc-jockeys, que desde su caja de cerillas podían escupir horas de Camera Obscura en las primeras horas de la tarde y mezclar, en mitad de la madrugada, a Enrique Poveda con Lambchop. No era raro escuchar entero el Revolver de los Beatles para después pasar a Erik Satie. Y todo en un ambiente de voces quietas, con una iluminación sencilla, fría, que acariciaba dos grandes corazones rojos de terciopelo que coronaban nuestras cabezas, con una barra de madera ya pegajosa que ocupaba casi toda la parte izquierda del bar, con cuatro mesas, también de madera, al otro lado, junto a la pared desde donde nos miraban con lógico desprecio Proust, Carl Perkins, Cortázar, Lennon y Billy Wilder entre otros acompañantes que ireis conociendo. Y al fondo, quince pasos después de entrar al Novak, ya no había barra. Se abría un poco el espacio. A la derecha, ley no escrita, los aseos y otra mesa.A la izquierda, un pequeño sofa de falsa piel roja, tipo años cincuenta norteamericanos, en el que cabían tres pero donde sólo entraba uno: Saza Omnisciente.

Entré al Novak, Stevie Wonder cantaba I wish, noté que hacía más frío dentro que fuera y sin quitarme la chaqueta pedí una cerveza y un mechero mientras me sentaba en la barra.

 

               

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Mi futuro reciente en la ciudad que nunca duerme,

tras un ajeno y  último rezo,

escondido entre cristales,

ardiendo entre hormigón,

llantos y ruidos que no oiré

y otros futuros hechos humo,

enterrados en el cementerio de la CNN.

Mi pasado reciente

en un diario interrumpido,

en una llamada rendida,

en una celda en tus labios o en tu calle,

en las alas cortas que desplegué a solas,

en un paso enfadado en una tarde sin tí,

en una risa encontrada en una noche contigo.

En un bocado caliente y un trago con ellos,

En una entrada de cine que jamás enseñé,

en una frase terrorífica de Conrad,

en tres acordes rasgados de Nobody Girl.

Mi pasado reciente en mi pasado remoto.

En tu pasado,

en tu futuro reciente,

esclavo de llantos,

libre de fuegos y cristales quebrados conmigo.

C.D.G

NOBODY GIRL- RYAN ADAMS

  

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Esta noche no os quiero a vosotros a mi lado. Esta noche sólo quiero a McCartney, a Cortázar, a Lorca, A Satie, a Conrad, a Lennon, a Quique González, a Truffaut,a Rufus, a Morricone, a Kubrick, a Murakami, a Dumas,a la luna cercana, a Wilder, a Calamaro,a Shakespeare,a Madrid saludándome, a Harrison, a Winona, a Ringo, a Death Cab for Cutie, a Wong Kar- Way, a Hitchcock, a Bellow, al poema ausente,a Lou Reed, a Auster, a Aretha, a Calderón, a Vila-Matas, a Hermann, a Chaplin, a Orson Welles,a la fe perdida,a NIck Cave, a Dalí, a Ferreiro, a Brian Wilson,a Jean Seberg, a Joyce, a Faulkner, a Lynch, a Allen, a Monica Vitti,a los secretos, a Coppola,a Antony, a Buñuel,a las variaciones Goldberg de Bach, a Goya, a Vargas-Llosa, a Bolaño, a Sabina, al reloj roto, a los Monty Python, a Dylan, a Wilde, a París atardeciéndome, a Badalamenti, a Martin Amis, a Grossman,a Swift, a Virginia Woolf, a Cernuda, a Freddie Mercury,a Mihura,a P. T. Anderson, a Eric Burdon, a Marvin Gaye, a Brando, a Stevie Wonder, a Ingrid Bergman, a Scorsese, al rencor de mis entrañas, a Peter Griffin, a Electric President, a ese columpio asesino, a Liverpool abrazándome el recuerdo,a Elvis, a Alicante creciéndome, a Faemino, a Martes, a Cansado, a Trece, a Cary Grant, a Fellini, a Berlanga, a las catedrales,a Thom Yorke, a Azcona y a los que llame ahora en silencio para que vengan a gritos luego (ellos saben quiénes son)

Esta noche, no cuento con el resto.

         

 

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