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Archive for febrero 2010

– La luz que todo oscurece. Aquí está. ¿La oís?- Dijo el ciego con una lágrima en su mejilla izquierda.
 
C.D.G.
 

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El cenicero aun echa humo, pero tú no estás aquí. Si mis ojos fueran un poema te vería en las cenizas, en la arruga del sofa, en el eco del portazo. Pero mis ojos son dos ojos, y sólo te veo en las fotografías que no quiero mirar. Prefiero tragarme el frigorífico entero y asomarme al balcón. Si las palmeras fueran un poema, me cantarían una balada irresistible y harían del viento que las mece la historia de lo que no entiendo. Pero las palmeras son palmeras. El viento es viento.
Todo es lo que es. Salvo la ausencia, el castigo y algunas canciones.
– Y algunas películas, libros y recuerdos.- Me dice el cenicero. Entiendo que se ha convertido en poema.
 
C.D.G
 

 

 

 

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Raymond Carver
Miedo

" Miedo de ver una patrulla policial detenerse frente a la casa.
Miedo de quedarme dormido durante la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado regrese.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo del teléfono que suena en el silencio de la noche muerta.
Miedo a las tormentas eléctricas.
Miedo de la mujer de servicio que tiene una cicatriz en la mejilla.
Miedo a los perros aunque me digan que no muerden.
¡Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener mucho, aunque sea difícil de creer.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y de llegar antes que cualquiera.
Miedo a ver la escritura de mis hijos en la cubierta de un sobre.
Miedo a verlos morir antes que yo, y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre durante su vejez, y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día termine con una nota triste.
Miedo a despertarme y ver que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar demasiado.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado tiempo.
Miedo a la muerte.
Ya dije eso.
"

 

 

Puede que Dylan sea un beso, o cien besos. O como un beso, sin ser un beso. No hay dos besos iguales, como no hay dos huellas iguales, como no hay dos canciones de Dylan iguales, aunque lo parezca ( sobre todo en directo. Muchos hacen versiones de Dylan. Muchos las hacen fieles a la original. Ya está el autor mismo para hacer en los conciertos revisiones imposibles de sus canciones). El folk, el rock, el gospel (como nuestro sudado flamenco de nuestras sudadas cocinas) tienen reglas básicas. Todas las canciones folk tienen el mismo traje (vale esto para el rock, para el gospel, para el flamenco), pero hay quien lo viste con clase, hay quien lo rompe a cada paso, hay quien le pone alas y lo hace volar sobre nuestras cabezas para decirnos: "¡Ey! Utilízame. Soy parte de ti". Hay quien hace de las canciones trenes que aceleran o frenan a su antojo, que dan la impresión de que van a explotar pero no explotan, se quedan en la tensión, que es peor que el bombazo. Eso hace Dylan con su música, eso hace Dylan con sus letras. Todos sabemos de dónde vienen, cuál es su raíz, donde mamó su guitarra, donde su mundo. Pero todos ignoramos cuando acabarán de maravillarnos sus imágenes, de emocionarnos, de irritarnos, cuándo terminaremos de entender del todo, sus canciones de amor, desolación, rabia y crónica. Canciones para los que tienen miedo, para los que firman el poema de Carver con todo el temblor de su pensamiento.
 
C.D.G
 

 

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El protagonista de Alicia en las ciudades, de Wim Wenders, dice: Hablar con uno mismo es más escuchar que hablar.
El que esto escribe dice: Ver  Alicia en las ciudades es más vivir que ver.
———————
 
Augusto Monterroso
El paraíso imperfecto

 Es cierto, dijo melancólicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno-; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve.

 

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Sobre Alicia en las Ciudades

Te seguiré. Me verás poner los ojos en el infierno, pero te seguiré. Y cuando desaparezcas te agarraré la mano que no vea y viviremos junto a aviones que perderemos, junto a policias que te buscarán, comiendo helados cuando tengas sed, jugando al ahorcado para esquivar algo, nadando carreteras que llevan a personas que ya dejaron de jugar. Y creceré más que tú porque están tus gestos, tu mirada, tus palabras, mi Polaroid. Saldré ganando y tú corriendo. De baño en baño o de nube en nube.

C.D.G

 
Canción que aparece en una escena inolvidable de la película antes mencionada.
 
 

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Conocí a un genio, de Bukowski,

 Hoy
conocí a un genio en el tren
como de seis años de edad;
se sentó a mi lado y,
mientras el tren
corría por la costa,
llegamos al océano.
el niño me miró y me dijo:
el mar no es nada bonito.

fue la primera vez
que me di cuenta
de ello.

 
—————–
 
Vengo
 
Vengo de mirar tus labios.
Los dejaste en el tronco más viejo
y no los moveré de allí
porque allí
nacieron.
Porque allí
el laberinto.
 
Vengo de besar tus ojos.
Los dejaste en la cerveza más fuerte
y no los moveré de allí
porque allí
se abrieron.
Porque allí
las palabras.
 
Vengo,
como mañana,
de haberme perdido el mundo.
 
Vengo del laberinto,
de las palabras vengo.
Y las palabras van
a los caminos rectos
(y aburridos)
a mis labios cerrados
a mis ojos agrietados
a los miedos perfectos
( y merecidos).
 
Vengo,
como mañana,
de haberme perdido el mundo.
Del vértigo que da
volar en suelos sucios.
 
 
C.D.G.

 

    

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Público sentado, buen sonido. Sin disturbios sonoros. Cada detalle se cuela en tus poros, desde el rasguño de las manos por el contrabajo hasta los juegos de voz, desde el pinchazo de una guitarra hasta el empujón de la batería. Te bañas dentro de la melodía, de las estrofas. El talento de una buena banda, de un cantante con una montaña de canciones vibrantes que no terminan jamás.
Y cada canción decía más de lo que decía, porque era tuya.
Y cada canción te remitía a tu vida, a lo que llamas vida, dolor y gracia.
Y la música te dio un rato inolvidable y un regalo inesperado:
 
  
 

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-Toque algo- le pidió ella.

– ¿Qué quieres que toque?- respondió él con un encogimiento de hombros-. Se me ha olvidado todo. llevo tanto tiempo sin tocar…

Mirando hacia arriba, como tratando de recordar, interpretó admirablemente dos composiciones de Chaikovski, con un calor y una pericia extraordinarios. Su rostro tenía la misma expresión de siempre, ni inteligente ni estúpida. Y me pareció un prodigio que aquel hombre, aquien solía ver en el ambiente más vil y más impuro, fuese capaz de elevarse hasta tal grado de pureza y a sentimientos tan sublimes, inaccesibles para mí.Zinaída Fiódorovna enrojeció y comenzó a pasear, excitada, por la sala.

– Espere-le dijo él-. Si consigo acordarme, va usted a oír una pieza…Yo la oí tocar en violoncelo…

Al principio probó, irresoluto, y luego atacó, ya seguro, La canción del cisne, de Saint-Säens, que interpretó dos veces seguidas.

– ¿Verdad que está bien?-preguntó al final.

Zinaída Fiódorovna, presa de la misma excitación, se detuvó junto aél y le preguntó, a su vez:

– Dígame sinceramente, como un amigo: ¿ qué piensa usted de mí?

 

 

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Y de repente recuerdo algo que leí en una librería: Bolaño aconsejando sobre el arte de escribir cuentos. Ahora lo vuelo a encontrar en internete. Con toda su ironía, su humor, su bondad, su maldad y su verdad, aconseja, obliga y opina. Y el que lee puede seguirlo, asentir o decir no, no, no. Para gustos, autores. Libros.
 

Roberto Bolaño (Chile, 1953-2003)

Como ya tengo 44 años, voy a dar algunos consejos sobre el arte de escribir cuentos.

1) Nunca abordes los cuentos de uno en uno, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.

2) Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.

3) Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes.

4) Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.

5) Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura.

6) Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así.

7) Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!

8) Bueno: lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.


9) La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.

10) Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.

11) Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas.

12) Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.

 

Y ahora, dos canciones para cruzar verdades o pecados. Porque el mundo lo llenan los cerditos, encantados de haberse inventado. Porque no hace falta creer en Dios para estremecerse con la canción de Morrissey. Basta mirarse.

 

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