André Bretón Primer Manifiesto Surrealista (fragmento)
" Ordenen que les traigan con qué escribir, después de situarse en un lugar que sea lo más propicio posible a la concentración de su espíritu, al repliegue de su espíritu sobre sí mismo. Entren en el estado más pasivo, o receptivo, de que sean capaces. Prescindan de su genio, de su talento, y del genio y el talento de los demás. Digan hasta empaparse que la literatura es uno de los más tristes caminos que llevan a todas partes. Escriban de prisa, sin tema preconcebido, escriban lo suficientemente de prisa para no poder refrenarse, y para no tener la tentación de leer lo escrito. La primera frase se les ocurrirá por sí misma, ya que en cada segundo que pasa hay una frase, extraña a nuestro pensamiento conciente, que desea exteriorizarse. "
El humo de la legaña estampó su rasguño contra el beso azul del oso de juguete (suave oso).
¿Así, André?
También puedo hablar, Bretón, de horizontes de nubes arrepentidas de haber sudado que nos bebemos a la salud del volumen más alto, ese que deja cojo a quien lo muerde, ese que sí, que no, que dame la mano y vete a tu círculo.
También puedo callarme, dejar el surrealismo para los surrealistas y quedarme en un par de canciones. Mejor. Peor. Mucho peor.
Letras blancas de la FNAC me dicen que en poco más de dos semanas llega un nuevo disco de Rufus ( sexto de estudio, primero sin su madre, dato no banal en este tipo). Con su ópera rondando, tiene tiempo para grabar 12 canciones. Me meto en su página y escucho el comienzo de cada canción. No noto más intrumentos que el piano de sus manos y la voz de todo su mundo. Intuyo que ha optado esta vez por el mínimo instrumental, alejado de Between my legs o I Don’t Know What it is. Y cuela tres sonetos del moderno Shakespeare ( muestras de su aportación el año pasado a aquella nueva visión que del genio hicieron en Berlín ), el 10, el 20 (que ya puse aquí) y el 43. 43…vaya, ya sé de dónde viene el título del disco. ¿ Y Lulu? Investigo: una mujer oscura y peligrosa que habita en todos nosotros. Para él, la protagonista de La Caja de Pandora, una película que no he visto. O la protagonista de una ópera de Alban Berg. ¿ Y la canción en francés? Parte de su apaleada ópera. Dejo de investigar y vuelvo a lo que conozco:
Rufus volverá a helarme o quemarme a su antojo. R.W: Frivolidad y profundidad bailando sin parar, pose y verdad en unión eterna con letra y música, que diría un cursi.
Y vuelvo a intuir, porque es lo único que sé hacer, y mal, ultimamente ( ni cocinar, ni volar, ni amar ): creo que será un disco difícil, de esos que requieren tiempo para que entren en las venas.
De momento, a la espera.
C.D.G
Aquí un botón de lo que vendrá. De Julio de 2008. En Octubre no la tocó por aquí.
Dennis Hopper agoniza. Pronto, necrológicas por todos lados hablarán de un actor de culto, de carácter, independiente, de sus comienzos como secundario del icono James Dean, bla, bla, bla. Hablarán de Easy Ryder, hablarán de bodrios como Speed y Waterworld.
Pero yo no podré olvidar dos películas que él se encargó de engrandecer y que siempre estarán entre mis favoritas. Con dos maestros que supieron aprovechar su talento: Coppola y su Apocalypse Now y Lynch y su Blue Velvet. Dos personajes subterráneos, más allá de nuestros cánones de normalidad. El primero, un fotógrafo abducido por el poder hipnótico de Kurtz; el segundo, uno de los personajes más terroríficos del cine, un demonio que odia la Heineken, una bomba de dos caras, amo y esclavo de su violencia, adicto a la oscuridad, al terciopelo y a esa mascarilla similar a la que, fatales paradojas de la vida, lleva en sus últimos alientos.
Agoniza un actor al que siempre miraré como si fuera la primera vez.
Dickens. Si quieres narrar, habla con Dickens. (Sí, también puedes hablar con otros: Melville, Gabo, los apóstoles, algunas abuelas, pero hoy sólo él está libre) Cuando lo hayas hecho, vuelve. Y luego haz otra cosa, pero no narres. Para eso ya está Charles.
Dickens. Si quieres describir con precisión, ya sea la suciedad y la corrupción de la ciudad o la bondad y la fatalidad del hombre, habla con Dickens. Cuando lo hayas hecho, mira el mundo de nuevo, seguro que lo haces de otra manera, pero no describas. Para eso ya está Charles.
¿Comenzar un libro con brillantez? Sí, Dickens. Traduzco el comienzo sin ser traductor ( lo sé, lo sé, manido y conocidísimo comienzo. Se ha dicho tanto de él como de la Segunda Guerra Mundial) de Historia de Dos Ciudades. Y si no te sientes, de golpe, en mitad de la Historia, sin posibilidad ni ganas de escapatoria, dímelo. Yo me encargaré entonces de que mueras sufriendo. ¿Vale?
Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos; era la era de la sabiduría, era la era de la locura; era la época de las creencias, era la época de la incredulidad; era la estación de la Luz, era la estación de la Oscuridad; era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación; teníamos todo ante nosotros, no teníamos nada ante nosotros; estábamos todos yendo directos al Cielo,estábamos yendo directos al otro lado…
¿Habla el inglés de los tiempos de la Revolución Francesa? ¿De verdad no habla de las tripas de 2010? Todos al infierno, aunque no creamos en él. Sigamos en el mejor de los tiempos, el del cactus y la rosa.
No sé si hoy, como Pessoa a veces, tengo conciencia del cielo. Pero puedo ver el aire que no veo, grisáceo y exclamatorio, que frena mis ideas y empuja a las nubes, finas e imparables. No sé si la tengo, pero sé que ellas, mis ideas, se perderán en silencio. Sé que ellas, las nubes, cambiarán de forma, engordarán o se afearán o desaparecerán aquí o allí, en tierra de otras lenguas y mismo cielo. Y con el sol- ¿dónde ahora el sol? – quieto, ajeno. Allá las nubes, donde alguien, sin dudas sobre su conciencia de lo de ahí arriba, sepa que cada gota de lluvia que moje su mano, cada grito del viento que despeine su balcón, cambiará para siempre el rumbo de algo.
Yo me quedo mirando el cielo, ahora azul brillante, luego negro rotundo. Me pregunto qué es lo que esconde y encuentro la respuesta. Y el sí y el no ejecutan su condena y me obligan a cerrar los ojos con llave. El cielo ya no me pertenece. Se lo ha llevado ella, como los buenos poetas. Me queda, como al mar, su reflejo.
No sé si hoy tengo conciencia del cielo, pero creo que me duele.
Levantas los ojos del libro, en el que alguien ha decidido hacer un funeral en la ciudad de Leopold Bloom. Piensas en las coincidencias que rodean a esa historia con cita en Dublín, a San Patricio, a unos apuntes que se leen solos.En la televisión prometían lluvia, pero el sol está a punto de alcanzar tu banco. Ya lame de lleno al árbol de enfrente, inmenso, el que soporta fotos, meadas, vómitos y atropellos de todo tipo. Y en su centenaria vida inmóvil te recuerda a esos ancianos barbudos de algunas películas nórdicas. O a los rabinos, druidas y Merlines más estereotipados. Barbudos y altos, con manos finas como las de Solzhenitsyn. Pero sobre todo barbudos. No hace falta fijarse mucho para saber que esos árboles del parque de Canalejas tienen barba y no quieren ser afeitados. Como si aquello fuera un signo de integridad. Como si quisieran que todos vieran lo obvio: con ellos va el Tiempo.
Vuelves al libro y a tu casa, pero seguirás pensando en la barba de esos árboles; en que resulta ridículo pensar que ellos, con el lenguaje de las hojas, los gestos de las raíces, el olor de la resina y con la indomable barba (claro, la barba) te han dicho algo. Ridículo, sí, pero lo han hecho.
Fue Borau quien dijo aquello: Soy un error de casting. Esa frase genial es un ataque de modestia si sale de su boca pero una definición certera si sale de muchas otras.
Vuelvo a recordar esas palabras cuando veo ese video de Herman Dune, dirigido por Toben Seymour. Ese hombre sin sombra. Ese hombre buscando una sombra. Todos sabemos lo que es una sombra. Todos sabemos que hemos sido engañados durante siglos: no es ese espejo negro que empieza en nuestros pies y acaba donde quiere el sol.
Una sombra o se sabe abrazar o se pierde. O se pierde aunque se abrace con fuerza. Una sombra es tan injusta y tan adorable y tan irremplazable como todos nosotros. Somos una sombra, todos. O un error de casting, algunos. A lo que iba.