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Archive for octubre 2010

 

 

Kafka. Diarios, 27 de mayo de 1914.

«Ayer el caballo blanco se me apareció por primera vez mientras me dormía; tengo la impresión de que surgió de mi cabeza, vuelta hacia la pared; pasó por encima de mí, y saltó de la cama, perdiéndose luego».

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Quiero saber el color del caballo que me ha pisoteado esta madrugada (¿Blanco como el de Kafka? ¿Gris como el asfalto? ). Su peso, su tamaño, el porqué de su rabia.Y si las heridas me van a doler todo el día o en cuanto tome algo se me pasará.

Quiero saber cuántos caballos salen de nosotros cada día. Y si el mío ganará el Grand National o acabará en un restaurante exótico.

Quiero que salga de mí una mariposa o un jardín inglés o un donut recién hecho, nada de caballos desbocados,porque como dice alguien en El Hombre del Salto (Don Delillo): Ya tenemos nuestras propias ruinas. Pero me parece que no quiero verlas.

C.D.G

 

 

 

 

 

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Me dedicó Dublinesca con su habitual sombrero de tinta y con esas manos finas que no riman con su cuerpo. Un sombrero similar al que lleva puesto una de las sombras que protagonizan esa maravillosa foto de Catalá-Roca que he buscado, elegido, cortado y puesto como cabecera de este rincón.

Así acabó lo que empezó en Marzo, cuando en Canalejas leía Dublinesca al lado árboles con barba. Cuando sólo llovía dentro de ese libro. De Marzo a Octubre (28 de Octubre) y a cincuenta metros de esos árboles, el autor del libro que yo leía habla sobre aquel francés que admiraba la Explanada y Canalejas más que las grandes avenidas europeas. Y de Gabriel Miró; y de Oscar Esplá. Y todo tras sacarse el cuello de su camisa para apoyarlo en su chaqueta mientras le presentan (por cierto, mejor la nada que esa presentación).

Y titubea al comienzo. Como si no hubiera dado charlas en medio mundo. Como si fuera la primera vez que habla en público. Quizás es timidez, quizás una estrategia más de alguien que se sentó con la idea de hablar del fracaso, de leer sobre el fracaso.

Y avanzó sobre esa idea y los temblores de su voz cesaron cuando cesó de leer, cuando se centró en las anécdotas, cuando expuso en vivo lo que hace en privado: sus herramientas de la ficción, su descreida visión de lo realista.

Miró al fondo todo el rato. Guardó largos silencios en busca de algo mejor. O en busca de nada. Quizás sea un mal orador. O quizás no vea aquello como una conferencia, sino como lo que a él le da la gana.

Y empezó el turno de preguntas. Y allí miró a los ojos de la gente, allí habló de Bolaño tomando una copa con sus hijos o charlando con Don Delillo. Habló de Vargas Llosa ( «Un hombre perfecto»), habló de Dominique y por ella habló de él mismo. Habló con humor.

Habló como si fueramos parte de algo escrito.

Dijo que él no miente, pero que no tiene la culpa de que le pasen cosas raras, de que la gente diga cosas raras.

Grabé 16 minutos que quízás un día pueda enseñar.

Y abandoné mi primera fila con un buen sabor que aún dura. Porque Vila-Matas fracasó. Por el bien de sus lectores. Porque de fracaso en fracaso, seguirá buscando, como me dijo, la novela en la que quepa todo, todo, todo.

C.D.G

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Edito esta entrada horas después de publicarla. Acabo de leer, cuando bajo mi casa todo son coches aparcando (cosas del Real Madrid), el suplemento cultural ( ¿Qué es cultura? Cultura eres tú) del El País, Babelia. Veo que publican, como cada mes, un artículo de E.V.M. Página 9. ¡Oh, sorpresa!. Título del texto: Fracasa otra vez. Ahora todo cuadra, hasta el círculo de esta o: O. Escribió algo para El País, y lo varió para nosotros. Al revés de lo que dijo, de lo que dice siempre. Lo dicho: la O cuadrada, el juego redondo. Líneas clavadas o muy parecidas a los que escuché el jueves (el primero ,el que menciona a Beckett o el último y certero párrafo).

He aquí la prueba del delito:

http://www.elpais.com/articulo/portada/Fracasa/vez/elpepuculbab/20101030elpbabpor_10/Tes

Y segunda sorpresa, ésta relativa por aquello de que se debe a una novedad editorial y premio Nacional de Ensayo: en la siguiente hoja, la crítica del libro que recomendó: Vida y otras dudas, de Anjel Lertxundi, ese joven al que conoció hace cuarenta años y que ahora, ya encanecido, ha ganado el premio.

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Nada que decir.

Nada que escribir.

Sólo un dedo acariciando una fuente helada.

Sólo un mediodía circundando la infancia.

Sólo un gato acostumbrado a este crepitar de los recuerdos.

Haz la foto y enséñamela,

que quiero poner nombre

a lo que estamos viendo.

 

C.D.G

 

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Poco más de diez años después de la muerte de Leopoldo Panero, su familia, peculiar cuanto menos, se reúne con motivo de una estatua que en Astorga crean para él. Y desde allí, en ese caserón decadente, la madre viuda y los tres hijos(bueno, dos, Leopoldo María aparece lejos del caserón; obvio) hablan, exageran como si la vida fuera un Hamlet, despotrican, hipnotizan al espectador con un juego turbio de ajuste de cuentas.
Michi Panero, el pequeño descreido y el poeta sin obra, Juan Luis, el que hizo de padre cuando el padre faltó y Leopoldo María Panero, enloquecido, recluído en psiquiátricos y autor de los mejores poemas de la familia para mi gusto, forman un teatro memorable con heridas a flor de piel.
Hay momentos memorables en El Desencanto. Los Panero de par en par, con total crepúsculo. Basta leer sus biografías para entenderlo. Verso, belleza y decadencia, como ese caseron donde sacan Los Panero las tripas al pasado.

http://amediavoz.com/panero.htm

http://www.amediavoz.com/paneroLM.htm

http://amediavoz.com/paneroJuanLuis.htm

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