Apaga la luz,
que quiero que veas todo.
Que te deslumbre el universo de palabras que no dijimos,
hasta cegarte ( y seguir viendo).
Que grites de incredulidad con el gesto de los rendidos,
hasta llorarte ( y seguir viendo).
Y brindemos juntos y cantemos de puntillas,
besemos la luna y pellizquemos cada calle,
recitemos entre tragos a nuestra polaca favorita, contemos
los suspiros que nos robaron los himnos,
los chicles pegados en la piel de las aceras,
el tiempo que llevamos contando estas cosas que cuentan
la historia de nuestro oído y nuestro suelo.
Que quiero que veas todo,
para que vuelvas a ser
lo que temieron que fueras
cuando encendiste la luz y creció
tu sombra.
Cuando empezaste la huida.
C.D.G
Wislawa Szymborska
La realidad exige
La realidad exige
que lo digamos bien claro:
la vida sigue su curso.
Sucede así en Cannas y en Borodinó,
en los llanos de Kosovo y en Guernica.
Hay una gasolinera
en una pequeña plaza de Jericó,
hay bancos recién pintados
cerca de Bila Hora.
Las cartas van y vienen
entre Pearl Harbor y Hastings,
pasa un camión de muebles
bajo la mirada del león de Queronea
y solo un frente atmosférico amenaza
los florecientes jardines cercanos a Verdún.
Hay tanto de Todo
que lo que hay de Nada queda muy bien cubierto.
De los yates de Accio
llega la música
y en la cubierta, al sol, bailan las parejas.
Pasan siempre tantas cosas
Que seguro tienen que pasar en todas partes.
Donde hay piedra sobre piedra
hay un carro de helados
cercado por los niños.
Donde estaba Hiroshima
de nuevo está Hiroshima
y se siguen produciendo
objetos de uso cotidiano.
No le faltan encantos a este hermoso mundo
ni tampoco amaneceres
para los que merece la pena despertar.
En los campos de Macejowice
La hierba es verde,
y en la hierba, como pasa en la hierba,
la escarcha, transparente.
Quizá no haya un lugar que no haya sido un campo de batalla,
los aún recordados,
los hoy ya olvidados,
bosques de cedros y bosques de abedules,
nieves y arenas, pantanos irisados
y barrancos de negro fracaso
donde en caso de urgencia
satisfacemos ahora nuestras necesidades.
Qué moraleja sale de todo esto: parece que ninguna.
Lo que de verdad sale es la sangre que seca rápida
y siempre algunos ríos, algunas nubes.
En esos desfiladeros trágicos
el viento se lleva los sombreros,
y es inevitable:
la imagen nos da risa.
(Traducción de Abel Murcia)
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