Una maravilla de Kieslowski. Una hora y cuarto para decir muchas cosas. Un joven de 19 años. Finales de los ochenta con Varsovia en el detalle. Vive el joven con la madre de un amigo, como en una caverna en tinieblas. En el edificio de enfrente, ella, la belleza, la experiencia, lo desconocido. Y el mundo se reduce a mirar, primero de lejos, luego de cerca. Sólo mirar. Eso, el amor como mirada, como obsesión milimétrica, como descubrimiento, como luz, como culpa.Como salvación.
Dos ventanas, dos mundos, dos formas de ver el amor. Dos formas que acaban siendo la misma tras una transfusión de sentimientos. Dos ventanas, dos mundos, dos soledades. Pocas palabras, muchos gestos. Necesidad. Donde más que símbolos hay estímulos ( visuales, del montaje, de los personajes). Donde, como en las grandes obras, la historia acaba mucho más allá de donde acaba la película.
( Y todo con dos duros y un talento del tamaño de Tiannamen)
«- Entonces, ¿Qué es lo que quieres?
– Nada.»
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