¡Qué mamón! Sí, todas esas melodías que inundan telediarios son tuyas. ¿Eran suyas? Eran suyas. Eran tuyas. Ya sé que empezaste en el jazz para asentarte y hacerte inmortal, sin dejarlo ( el jazz ), en el cine, sobre todo con esa mezcla irresistible de trompetas y violines, de melodías que parecen nubes o brisas, que van y vienen por el cielo de nuestros sentidos. Va y viene. Vuela, de verdad, vuela como toda la buena música. Autor de temas que convierten momentos vulgares del cine en reseñables. Momentos maravillosos del cine en eternos ( es decir, seguirán sonando mientras haya fe en la belleza).
Imposible hacer un cd de Bandas Sonoras de Cine sin colar orgullosamente Robin y Marian, Bailando con Lobos, El León en Invierno, Cotton Club, Memorias de África, 12 de 007, Fuego en el Cuerpo, Somewhere in Time ( y junto a ti, mis favoritos: mi Morricone (que no deje nunca de componer), mi Herrmann, mi Badalamenti, mi Delereu, mi Sakamoto, mi Iglesias…).
Imposible no creer en la vida un poco si se escucha parte de tu música( digo parte porque compusiste tanto, remamón, que no he escuchado todo, ni casi todo de ti). Imposible no añadir aquí alguna de tus piezas, ahora, así, para escuchar en silencio, imaginando las imágenes que la acompañan en la pantalla o imágenes sólo por nosotros vividas. O cosas que nos gustaría vivir. O, sencillamente, dejándonos mecer, sentir, con todo el cuerpo convertido en oído.
Pero no. Mañana algo de él. Ahora, dejo de hablarle como si me oyera, me vuelvo digno, me callo.
Mañana algo de él. Ahora
EL SILENCIO.