Ella dice que, por teléfono, la armónica de Dylan suena a vieja conexión de internet.
Yo he visto cisnes grises mirando lo que hay debajo del suelo.
Yo he roto, en trocitos, un posavasos de cartón.
Y he decorado ciudades enteras con edificios de letras.
Ellos han soplado y me he quedado sin ciudades. Pero siempre quedará el dependiente de librería con aire a Prince, o al artista antes conocido como Los Tacones de Prince.
El teléfono piensa que ella, al lado de la armónica de Dylan, suena mucho mejor, por mucho que se mueran las ciudades.
Yo sé que la vieja conexión a internet era un grillo que no sabía de estaciones, pero sí del mejor suspense.
Nosotros sabemos que hay palabras que son celdas. Y silencios que son llaves arrojadas al río seco. Y que en las cajitas verdes no caben las mejores joyas.
Yo sé que una frase de Saul Bellow abre las fosas mentales.
Y que de animales están llenos los sueños.
Y de espejos que observamos con piedras en las manos.
La Historia de la Humanidad es un prólogo con música para dormir.
El niño juega a la guerra hasta que muere de ella.
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