Da gusto ver a Mladic correr la misma suerte que su amiguito Karadzic, aunque lo hayan pillado, según parece, porque Serbia está como loca por entrar en Europa. Y las decenas de miles de Srebrenica y Sarajevo porque querían enchironarlos. Distinto aspecto, mismas manos manchadas. No les veremos, a ninguno de los dos, asesinados ni convertidos en pasto de los tiburones y la rumorología. Siempre hubo clases.
Siempre resulta distinto un asesinato a otro. Cada crimen esconde unas motivaciones, unos odios, unas pasiones, unas locuras, unos planes matemáticamente previstos. Opinamos al instante de eso, y de todo, como si todo se supiera, como si lo blanco fuera blanco y lo negro negro.
Y tras ellos queda la duda, y más cuando hay sentimientos detrás, delante, por todos lados.
De eso, entre otras cosas, se habla en Los Enamoramientos, de Javier Marías. Pocos personajes para una trama donde lo más importante es lo que no pasa, o lo que creemos que pudo pasar, o lo que realmente pasa pero no vemos.
Reflexiones sobre el enamoramiento, como se avisa desde el título. Pero que nadie espere un Love Story con música de Kenny G. Aquí se disecciona, a veces con frialdad, ese estado; con él puesto como un sombrero caminan María y Javier ( y María lucubrando sobre lo que piensa Javier) por las medias verdades, las esquinas del crimen, lo que es o no justificable, el regreso fuera de tiempo, el azar y lo sustituibles que somos todos en este juego que parece una tómbola.
Lo dicho: es un libro lleno de dudas. No asistimos a un juicio sumarísimo a nuestra moral, sino a un mar de interrogantes que escuce, a una prosa densa (de léxico culto) y digresiva (Quizás demasiado digresiva en ocasiones, pero acabo acostumbrándome y disfrutándola, no tanto que los personajes hablen igual). Tanto que la narradora define el habla de los personajes como yo defino la prosa de Marías.
Tras el proustiano (por tamaño, no sé si por calidad, de momento), Tu Rostro Mañana, Javier Marías se puso con esta novela, no tan menor como dice alguno. Con sus defectos, con sus virtudes y, sobre todo, con las preguntas y peligros que esconde cada línea. A veces es inevitable querer saber, aun cuando estamos seguros de que lo que vamos a saber cambiará no sólo nuestro mañana, sino nuestro ayer.
A veces se nos queda cara de tonto cuando la realidad nos da un sopapo.
C.D.G.
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Lo peor que le puede pasar a alguien, peor que la muerte misma; también lo peor que uno puede hacerle a los demás, es volver del lado del que no se vuelve, resucitar a destiempo, cuando ya no se lo espera, cuando es tarde y no corresponde, cuando los vivos lo tienen a uno por terminado y han proseguido o reanudado sus vidas sin contar más con él. No hay mayor desgracia, para el que regresa, que descubrir que está de sobra, que su presencia es indeseada, que perturba el universo, que constituye un estorbo para sus seres queridos y que éstos no saben qué hacer con él.
Página 169.
Finalista de Cuenta 140, de www.elcultural.es con estos microrrelatos( El tema de la semana: LORCA):
Se secó las lágrimas y me dijo que era como estar sentado en el cielo y que el suelo se te caiga encima.
Mi mamá me abrazó tan fuerte que el temblor del suelo parecía acunarme.
El canto jondo de la tierra hizo de la fuerza un charco.
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Cayó la iglesia y Dios supo entonces que la tierra también era atea.
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Miran en el pasillo la postal de la ciudad para no ver en el salón lo que enseña la ventana.
Viendo a la madre más rota que el suelo supe que no hay vuelta atrás para quien no tiene nada delante.