(La Aventura, de Antonioni)
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Se escapan de tus manos y llegan hasta mí. Y aquí dejan de llorar, frenan su respiración y hasta dejan entrever una sonrisa, a veces. Como si yo fuera un cojín y mi tarde un zumo de naranja en un día de sol. Me miran al rato tan relajadas que me obligo a contarles mi día, mis planes de futuro, mis prisiones de pasado. Y les pongo Alicia en las ciudades y les toco en el piano canciones que jamás empiezan. Flipan. Si ahora bebiera otro Jerez te diría que están felices de estar conmigo.
¿Sabes qué? Se dan cuenta, como aquel loco francés, de que viajan para conocer su geografía.
¿Sabes qué? Creo que quieren darme las gracias porque no persigo sus respuestas.
Las sacaría a pasear por el parque, pero se emboban con mis paredes desconchadas como una playa sin mar.
No estés celosa. Sabes que volverán a ti como vuelve la culpa al niño que roba canicas, hasta que el llanto vuelva a asomar por sus ojitos y la angustia acelere sus cuerpos. Y saltarán de nuevo. Cómo no van a saltar.
No es que no te quieran, es que conmigo están mejor: Tus preguntas siempre preferirán mis ruinas a tu perfume, mi fuego invisible a tu pelo ardiendo, mi realidad a tus sueños.
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C.D.G
-¿Cuál es la palabra entonces?
-Sueño.
-Esas palabras no valen. Sólo cosas que de verdad existan.
Vi tu pelo ardiendo…y entre el humo una ciudad.