Nadie miró hacia atrás y recordó unas manos, unos labios, unas miradas, unas palabras y alguna sombra. Sonrío sin parecer que sonreía y se acordó de otras cosas. Olió a libro y recordó lo mucho que disfrutó en 2011 con El hombre que amaba a los perros (Padura), con Pedro Páramo (Rulfo), con Punto Omega (DeLillo), con Si te dicen que caí (Marsé),con Summertime (Coetzee), con Orlando (Woolf), con Ravelstein (Bellow), con En Un Lugar Solitario (Vila-Matas), con Informe sobre ciegos (Sabato), con la poesía de Baudelaire y Borges y Wolfe y De Cuenca y otras copas, con Nemesis ( Roth), con historias breves desparramadas en una pantalla de ordenador…Olió a libro tanto como olió a cine. Porque aunque el celuloide esté en las últimas, su olor sigue como nuevo ( simbolica o realmente) en The Artist, en Historias de Filadelfia, en Nader y Simin, en El Árbol de la Vida (salvo los últimos minutos), en Un Dios Salvaje, en Ginger y Fred, en Midnight in Paris y en aquellas que siempre están ahí, encantadas de abrirse ante sus ojos en mitad de un salón vacío.
Se acordó de las canciones que acompañó a sus historias, escritas o no. Se acordó de muchas fotografías.
Se acordó Nadie de que publicar algo es desechar otra cosa.
Y de que las campanadas no huelen a año nuevo, sino a uva atragantada.
Y brindó.
—
C.D.G