Feeds:
Entradas
Comentarios

Archive for septiembre 2012

No me pregunten cuándo ocurrió, si hacía frío o calor, si la luna estaba preñada de luz o el cielo estaba completamente negro, si los coches derrapaban por las curvas o el asfalto dormía tranquilo. No quieran saber si un periódico caducado corría tras el viento, para olvidarse de sí mismo entre las piernas de un callejón.

Pregúntenme, eso sí, si recuerdo sus viejos vaqueros azules, su camiseta verde y su chaqueta de cuero marrón. Pregúntenme si recuerdo sus botas, también marrones, haciendo círculos en el barro, bajo el banco. No tengan miedo si quieren saber si guardo en mi memoria su cuello desnudo, la larga melena -color madrugada- que cuando se descuidaba traviesa sobre sus mejillas, ella se encargaba de domar tras sus orejas. ¿Sus manos? Siempre nerviosas, siempre hablando: rascando el pantalón, jugando con la cremallera de la chaqueta, buscando refugio en la madera del banco y, por fin, acariciándome: mis piernas, mis manos, mis dudas, mi pelo, mi cara. ¿Mi cara? No me pregunten por mi cara ni por si ladraba a aquella horas el perro del loco del barrio.

Su cara; mejor pregúntenme por su cara aunque no sepa definirla, por su nariz afilada, perfecta sobre su inmensa mirada marina que entonces se abrazaba a mí desde que se había sentado a mi lado. Pregúntenme, no se corten, por el sabor de sus callados besos, por los grados Fahrenheit de sus pequeños y finos labios. Si quieren saberlo, les diré de qué color era su sonrisa y qué arias desnudaban sus palabras. Con todo detalle les explicaré qué veloz fue el deshielo de lo que queríamos decirnos.

Pero no me pregunten, por favor, por sus lágrimas, por aquella forma de llorar que era una forma de matarme. No les hablaré, tampoco, de cómo cerró los ojos, de cómo se alejó de mis brazos, de cómo se perdió por el parque, o por la ciudad, o por mi sueño: con ella convertida en sombra. Y yo en nada.

C.D.G

Read Full Post »

Cuando por fin subí a su balcón, ella ya no me quería: se había enamorado de la espera.

—-

C.D.G

Variación mínima de un microrrelato enviado a Cuenta140: El Amor.

Read Full Post »

Gritó con tanta pena que el eco calló por respeto.

—-

C.D.G

Concurso Cuenta140- Tema: el eco

Fotografía cortada de…da igual.

Read Full Post »

 

Cuando abrió el balcón, la multitud le aclamó, una vez más.

Cuando saltó, la multitud se apartó, por primera vez.

C.D.G

Cuenta 140. (El Poder)

Fotografía: Arthur Siegel.

Read Full Post »

 

 

Todos éramos magos en aquella reunión, pero solo yo me convertí en lo que lees.

—-

C.D.G

Finalista en Cuenta 140, tema propuesto: El Poder.

Autor de la canción: César Pop

 

 

Read Full Post »

(c) Magnum Photos

Las prisas de los pies amotinados.

El ruido de la soledad del frío.
La brasa arrinconada de tu suelo.
El canto de la niña asilvestrada.
El roto de otro calendario roto.
La sombra del mensaje más reciente.
El rapto de dos mil gaviotas negras.
La bomba de tus ojos más abiertos.
Los ojos más cerrados de este día.
La búsqueda incesante de otro mundo.
Los versos agrietados de algún genio.
La alarma de una soledad de todos.
El filo de una catarata inversa.
El nido de una carcajada huída.
La barca del océano de llantos.
Los puntos cardinales de tu sueño.
Lo que soñaste ser y no has escrito.
Lo que debiera ser y siempre has sido.
El trago de las risas que mereces.
La bella levedad de tu murmullo.
Los hitos enclaustrados sin rosarios.
La música de mi palabra expuesta.
La tinta marchitada de estos versos.
La explicación pueril de este silencio.
—-
C.D.G
Fotografía: Elliot Erwitt (Museo Rodin, París)
(Por razones que desconozco, hay un espacio entre el primer y segundo «verso», que no debería estar. O sí)

Read Full Post »

Anoche se flagelaron mis sueños y ahora en mis sábanas duermen hilitos de sangre. 

C.D.G

Traducción:

Dentro de la ventana

sueños cerrados.

Dentro de la ventana

somos náufragos.

Dentro de la ventana,

ahogándome.

¿Cuándo aparecerás?

Las luces que hemos creado

no calientan.

Las flores

no se huelen.

Las peticiones formuladas

son muy caras.

¿Cuándo aparecerás?

——

Fotografía: Lee Friedlander

Read Full Post »

 

Mientras su padres se bronceaban y su hermano mayor peleaba con las olas, ella levantó uno de sus deditos y tapó el sol.

—-

C.D.G

Finalista en Cuenta 140, con el tema propuesto esta semana de El poder.

Cuadro de Núria Prades Sancho.

Read Full Post »

– Cada vez que me dice ven, viene.

C.D.G

Concurso Cuenta 140, de http://www.elcultural.es

En la fotografía: Jean Seberg

Read Full Post »

Se ve que cada tres años y dos meses tengo que ver aquí plasmado este espejo de Pessoa.

Se ve.

TABAQUERÍA

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe
quién es
(Y si supiesen, ¿qué sabrían?),
Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
A una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,
Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace
blancos los cabellos de los hombres,
Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de
nada.
Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la
calle
La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida
Dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al arrancar.
Estoy hoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Fallé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada.
El aprendizaje que me dieron,
Descendí por la ventana trasera de la casa.
Fui al campo con grandes propósitos.
Pero allí sólo encontré yerbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Me retiro de la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de
pensar?
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber
tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo,
Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos deschavetados con
tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí…
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas—
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
Y quién sabe si realizables,
¿Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga
razón.
He soñado más que Napoleón.
He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que
Cristo.
Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para esto,
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie
de una pared sin puerta,
Y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,
Y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me despeina,
Y lo demás que venga si viene o que tenga que venir, o que no
venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero nos despertamos y él es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(Come chocolates, niña;
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los
chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que tú
los comes!
Pero yo pienso y, al quitarles el papel plateado, que es de estaño,
Arrojo todo al suelo, como tiré la vida.)
Pero queda al menos de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico hendido hacia lo Imposible.
Pero al menos dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo
La ropa sucia que soy, sin motivo, para el decurso de las cosas,
Y me quedo en casa sin camisa.
(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O diosa griega, concebida como estatua con vida,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
O princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,
O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno —no concibo bien qué—,
Todo eso, sea lo que fuera, lo que sea, si puede inspirar ¡qué
inspire!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco
Me invoco a mí mismo y nada encuentro.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan.
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como un condena al destierro,
Y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
En cada uno miro los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni
creído
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer
nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan
la cola
Y que es cola más acá del lagarto que se retuerce.
Hice de mí lo que no supe,
Y lo que pude hacer de mí no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
Me tomaron enseguida por quien no era, y no lo desmentí, y me
perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la arrojé y me vi en el espejo,
Ya había envejecido.
Estaba borracho, y no sabía vestir el disfraz que no me había
quitado.
Arrojé la mascara y dormí en el vestidor
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte como cosas que yo hice,
Y no quedarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,
Pisoteando la conciencia de estar existiendo,
Como un tapete con el que tropieza un borracho
O la esterilla que los gitanos roban y no vale nada.
Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó
en ella.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza torcida
Y con la incomodidad de una alma que mal entiende.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré versos.
Y un día morirá el letrero y también mis versos.
Después morirá la calle donde estuvo el letrero,
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto sucedió.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como nosotros
Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de las
cosas como letreros,
Siempre una cosa frente a otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra.
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño del
misterio de la superficie,
Siempre ésta o aquella cosa o ni una ni la otra cosa.
Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me incorporo a medias enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como mi camino,
Y gozo, en un momento sensitivo y adecuado,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es la consecuencia de una
indisposición.
Después me reclino en la silla
Y sigo fumando.
Seguiré fumando hasta que el Destino me lo permita.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
Tal vez sería feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Me acerco a la ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (¿guarda el cambio en el bolsillo
del pantalón?).
Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se volvió y me vio.
Hizo una señal de adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo
Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la
Tabaquería sonrió.

—-

Álvaro de Campos ( Heterónimo de Pessoa)

Traducción: Miguel Ángel Flores

Read Full Post »

Older Posts »