A las siete de la tarde, si no llueve, pueden verlo en la terraza del Café Rose (pariente gris y despeinado del Flore y Deux Magots) degustando, entre eternas pausas, un Rioja. No es casual la elección, como no son tampoco parto del azar esas pausas en las que no deja de acariciar la piel de la copa mientras mira la tarde crecer en una ciudad que ya no es suya; tampoco son suyos esos pasos que se pierden por barrios para jóvenes, ni los puentes de los que nacen historias, suicidios y canciones. No le pertenece el crepúsculo que fotografían los turistas, ni las campanas que despiertan de su falsa siesta al todopoderoso Sena.
Suyo es el vino: el Rioja, la sangre de su país, el sabor de su juventud, escondida en esa copa que cada tarde destapa a las puertas de sus labios, que son la puerta de su recuerdo.
Alguna vez, cuando alguien más que el camarero Pierre se atrevía a hablar con él, le preguntaron por qué no volvía a España. Siempre, dicen, sonreía amablemente, acercaba el vino a su nariz y cerraba los ojos. Hoy es distinto, hoy, y cuando digo hoy digo los últimos años, no quiere preguntas, no tiene respuestas. Solo quiere beber y callar. ¿Por qué no en su casa, con magníficas vistas a Trocadero? Nadie lo sabe, pero todos en El Rose tienen su teoría. La mía: porque le da la realísima gana. La de Pierre, porque en esa terraza se sentó el primer día que llegó a París, cuando tenía veinte años, unos folios arrugados que perseguían inútilmente ( ¡cuántos lo hicieron!) la sombra de Hemingway y un par de monedas para un café con leche que no le cobró el propio Pierre, tan viejo él como el Pont Neuf. Y porque, en el fondo,dice Pierre, no solo busca a su país en cada trago, sino su juventud en cada aliento de ese boulevard que fue su Gertrude Stein y será su último lecho.
Pero buscar duele, y eso lo sabe Pierre, lo sé yo y lo sabe nuestro amigo español. Buscar lo que se ha perdido es equivocarse de objetivo, porque la juventud no se pierde, no. La juventud y sus rosas son robadas con alevosía por el tiempo, que es un chorizo de barrios bajos y altos vuelos. Pero aun así, muchos tenemos nuestro asiento en el circo de la ilusión, nuestro trago preferido, nuestro aire secreto cabalgando a lomos de una historia que muchos cuentan pero solo nosotros conocemos.
Y eso, también, lo sabe París.
Brindemos. Si no llueve.
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C.D.G
CDG, me ha parecido seguir leyendo el último libro, casualidad o no, que he acabado «París no acaba nunca» de Vilas-Matas en el que nos cuenta, el propio autor como en su juventud se marchó a vivir a París para seguir los pasos de Hemingway y escribir así su primera novela. Aún encontrando similitudes, tu estilo es propio y es un gusto recrearse en su lectura.
A seguir así.
Un abrazo, crack.
Gracias, Nicolás. París no se acaba nunca es de mis libros preferidos de Vila-Matas. Me acompañó en mi único viaje a París(hasta puse en youtube videos con ese nombre) y la sola comparación con él lo tomo como todo un elogio. Maravilloso libro.
Un abrazo.
Triste historia cargada de emotividad, poesía y dolor. Bien ubicada en una ciudad tan romántica como la mencionada, y muy bien alejada de la tan vulnerable escena de los dos tortolitos que siempre se nos vende como paradigma del romanticismo.
Una perta.
Gracias, cortacuentos. Cuando fui a París,años ha, vi esa dualidad, quizás aprehendida de lecturas previas, por supuesto. Pero gente desubicada hay en todos sitios. La soledad es un lugar donde cabemos todos.
Un beso.
Un rioja de bouquet nostálgico que no deja indiferente al lector.
He escuchado más a Brassens y a Moustaki, pero Ferré ha aportado un encanto especial a esta tarde gris que empieza a desvanecerse.
Chapeau!!!!!
Brassens, Moustaki…tampoco están nada mal.
Muchas gracias.
Apostar tiene sus riesgos. Una vez metidos en la lucha por el sueño podemos encontrarnos un camino sin retorno, y unas ilusiones maltrechas que nos impiden querer pensar y responder a nuestras propias preguntas.
Genialidades como estas, son las que hacen que te lea con devoción.
Besos mediterráneos.
Comentarios como estos son los que me ruborizan.
Y tienes razón, toda apuesta por un sueño es peligrosa.
Un beso, Gala.
Una pieza excelente, CDG en la que brilla -y mucho- su calidad literaria.
Un micro que -como todo buen micro- sugiere una historia que cada lector completa a su gusto, y con ello se hace con una actitud lectora muy próxima. Soberbios los espacios de indeterminación, el movimiento del péndulo narrativo y la elección del tono y del lenguaje.
Desde aquí, mis aplausos entusiastas.
Un abrazo,
Muchas gracias, Pedro. Diseccionas en pocas líneas un texto que enriqueces. Sueles hacerlo por lo que te he leído.
Un abrazo.
Si, eres buenísimo en 140, pero tus relatos más largos son especiales llenos de matices, olores, sabores… Con la boca abierta :0. Genial CDG.
Besos desde el aire
En corto o en largo, me gusta leerte y lo disfruto. Me he sentido en París, un París nostalgico, sí, pero me has llevado hasta allí y lo he visto con su copa de rioja.
Besitos