En la encimera de su cocina tiene una viejísima balanza de panadería que fue de su madre, de su abuela y la única del pueblo donde pasaba los veranos. Hoy desentona entre electrodomésticos de última generación con diseño minimalista y colores fríos. Pero él no quiere tirarla ni esconderla. Por estar oxidada, algunos amigos la llaman vintage y la fotografían para mostrarla en instagram. Pero él, lejos del esnobismo generalizado de su círculo más cercano, la tiene porque en ocasiones, como la que ahora le ocupa, le gusta pesar con un ojo en el pasado cosas que le atormentan el presente. Luego anota los gramos poco exactos en la agenda de su móvil y cuando el estrés le amenaza con un colapso, echa un vistazo a los números y relativiza sus problemas. La mano derecha de su ex-novia, por ejemplo, que ahora descansa en uno de los platillos, no pesa tanto como creía minutos antes.
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C.D.G