Con lo que sé de lo que fui, dejo el resto atrás y desaparezco. La nota que he dejado en la puerta del frigorífico, bajo el imán de Sean Scully, no dice más que cualquier lista de la compra. Pero en ella está todo. Todo menos lo que sé de lo que fui, que pesa demasiado para un imán de museo de arte contemporáneo. Pesa demasiado, incluso, contarlo. Pero allá voy, disimulando el esfuerzo, paso a paso, huella a huella, hasta el horizonte que separa lo que me es cercano y propio de lo que me convierte en un espectro a prueba de significado.
Y doy el paso. Y en él no hay huella. Y todo lo que fui, todo lo que sé de lo que fui, es una niebla que desde ahora solo pertenece a los pintores de nostalgia que pueblan la patria de los que se olvidaron su patria en algún lugar de la huida.
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C.D.G