El paisaje era conocido,
como conocida era la voz
que al oído que rendí al viento
me dijo que todo aquello era mío
y solo mío.
El paisaje era de sangre,
como de sangre era la mano
que en la espalda que di al tiempo
me selló el nombre que ya era tuyo
y solo tuyo.
C.D.G
Deja una respuesta