El tiempo, ese sátrapa, aceleraba el mundo, nuestros pasos, nuestras responsabilidades, nuestros sueños imposibles, nuestros recuerdos más grises, nuestras venas arrugadas. El tiempo era una ejército perfecto. Soplaba, le bastaba con eso, y nosotros caíamos como un castillo de naipes. Desde el suelo veíamos que el único castillo era él, el tiempo: todopoderoso, inalterable mientras nos cambiaba.
Quiso niebla en nuestras ciudades y niebla tuvieron nuestras ciudades.
Todo era vejez hasta que, desde algún lugar de la niebla, algún lugar que latía, seguro, surgió una melodía de Delerue. El castillo, creedme, se convirtió en arena. Y sobre ella nos posamos. Y los relojes se derritieron en nuestras muñecas, en los campanarios. Y el futuro se volvió una mentira. Todo era un eterno presente. Todo era una sonrisa nítida. Todo era esa melodía. Deslumbraba, pero no queríamos dejar de verla.
Fuimos música una vez. Recordadlo hasta que el tiempo, o Alex Ubago, quiera.
http://www.youtube.com/watch?v=S5BcdmkiuaY&feature=related
Foto de David Burnett
Deja una respuesta