Hace un par de días hablaba de la pena que daba verlo tan flaco, tan despedido. Dos días después ha muerto. Berlanga se ha largado, según su hijo, en pleno sueño: quizás un sueño de mujeres voluptuosas y tacones interminables. Quizás soñando una sonrisa vertical. O quizás ya se quedó sin sueños este último genio del cine español. Y genio con todas las letras. Local, universal.
Leí ayer que era un hombre pesimista. Leí que era un hombre con unas interminables ganas de vivir. No es una contradicción: cualquiera que tenga dos dedos de frente sabrá que el mundo acaba con la muerte. Y cualquiera sabe que, hasta entonces, hay cosas para saber disfrutar de la vida…entre ellas, sus películas.
Desde sus primeras colaboraciones con Bardem (cuando a éste le pregunté sobre Berlanga en una charla universitaria, recordaba Esa Pareja Feliz con esa mezcla de desgana y sabiduría que da la edad) se vio que estaba hecho para reirse de las cosas más serias. Sólo se reía de las cosas importantes, como dijo una vez.
Porque hay humor, y del bueno, del que no se olvida, en todas sus películas. Pocas cosas mejores le han pasado al cine de aquí como el morro iconoclasta de Buñuel y el encuentro perfecto entre Berlanga y Azcona. Nadie ha tenido el ojo que tuvo Berlanga para las palabras de Azcona. Porque Berlanga era maestro en extraer el mejor jugo a todos los actores, como en esas escenas corales donde hablan todos, donde a todos se les entiende y todos brillan como una piedra preciosa.
Humor en Berlanga, sí. Humor doloroso, también. Habrá que volver a ver muchas veces sus películas para entender buena parte del siglo XX español, con todas sus miserias, todas sus contradicciones, todo el esperpento que nos viste de arriba a abajo. Y todo esquivando la censura con su capote de talento.Dan ganas de gritar olé con varias escenas de El Verdugo, de Plácido, de Bienvenido Mister Marshall, de La Vaquilla, de La Escopeta Nacional.
Cuando recuerdo sus películas, las recuerdo con una sonrisa y con un pensamiento: la humanidad que esconden algunas de sus imágenes. Como un neorrealismo humorístico en sus inicios, como una verbena exagerada de extremos pasionales.
Y de ahí a un adjetivo: berlanguiano. Su definición: en sus películas, en nuestros mercados, en el Congreso de los Diputados.
Puta vejez. Benditos genios que nos regalan tanto.
Ejemplos:
1- Gran guión, gran dirección de actores: ¡Isbert!
2- Lo mismo: gran guión, gran dirección de actores: Landa, el hombre que es una forma de actuar: El Landismo
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( Otro genio, muy distinto a él: Kubrick. Kubrick no cabe en un libro, así que me regalan el tercero. Un tomo de coleccionista, de mucho peso literal y no literal. Fotografías maravillosas de todas sus películas (en Kubrick toda imagen es maravillosa, imperecedera,toda película rompe moldes, incomoda, atrae, atrae, atrae. Verlas es recordarlas siempre), ensayos y análisis de todas ellas, con sus increibles obsesiones, su metodología sobrehumana, su ambición a lo Napoleón(literalmente, hasta copiarlo en sus hábitos alimenticios). Una joya que se abre con cuidado y se devora como si no hubiera mañana. Berlanga fue un adjetivo, en el buen sentido. Kubrick fue un ojo implacable, en todos los sentidos)
C.D.G
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